La tecnología está presente en el desarrollo de casi todas las actividades humanas. Basta encender la televisión, colocar Netflix, y mirar maravillados cómo la televisión “adivina” lo que queríamos mirar. Abrir la aplicación de Spotify, y asombrarnos de lo bien que nos conoce y cómo nos pone a un solo click de distancia de aquella canción que tanto nos gusta.
Tanto Netflix como Spotify, son una manera sencilla de entender como funcionan los algoritmos, el Big Data y la inteligencia artificial. Efectivamente ambos sistemas “nos conocen” y efectivamente ese conocimiento les permite predecir con alto grado de certeza, qué películas o canciones nos gusta. Es la tecnología aplicada en nuestra vida diaria. Es hacer realidad, aquella escena en que Tom Cruise, en Minority Report, ingresa a un centro comercial y se despliegan ante sus ojos la ropa que necesita comprar y otros anuncios de marketing.
Así como la tecnología está presente en esas actividades cotidianas -escuchar música y mirar películas-, es razonable esperar que en la actividad jurídica y especialmente en la creación de normas legales, tenga también un papel similar.
En EEUU desde 1998 algunos estados permiten el uso de un software que les faculta predicir el grado de reincidencia de una persona y a partir de allí tomar decisiones sobre las penas que le impondrán. Ese software, llamado COMPAS, funciona con algoritmos e inteligencia artificial -igual que Netflix y Spotify- , y según la información disponible revisa automáticamente 137 parámetros del sujeto que violó la ley, lo hace a través de un cuestionario que llena el propio contraventor. En 2013, el sistema COMPAS fue puesto en entredicho debido a que se estableció que el algoritmo que lo hacía funcionar -al igual que los humanos que lo crearon- tenía sesgos raciales, de género, etc.
La aplicación de la tecnología en la administración de la justicia, ya no es ciencia ficción. Es una realidad que se aplica en varios países desarrollados y en vías de desarrollo. Pero, ¿cómo la tecnología está apoyando la creación de normas?, es posible que la tecnología sustituya a los humanos en los congresos y asambleas de nuestros países, quizá sí.
Otro caso interesante del uso de la tecnología en el mundo jurídico, específicamente en la administración de justicia, es PROMETEA, software argentino que permite resolver en cuestión de minutos causas de menor cuantía o contravenciones menores de tránsito. En Colombia, bajo el apoyo de los creadores de PROMETEA, su Corte Constitucional también aplica actualmente la Inteligencia Artificial a varias de sus decisiones.
Entonces, la aplicación de la tecnología en la administración de justicia, ya no es ciencia ficción -como en la película de Cruise- es una realidad que se aplica en varios países desarrollados y en vías de desarrollo. Pero, ¿cómo la tecnología está apoyando la creación de normas?, es posible que la tecnología sustituya a los humanos en los congresos y asambleas de nuestros países, quizá sí.
En 2018, en Nueva Zelanda, se inició un proceso por el cual se busca convertir a las leyes en lenguaje informático. ¿Cuál es el objetivo? Evitar las ambigüedades del lenguaje legal, en realidad la ambigüedad del lenguaje humano. Legislation as Code, es un proyecto por el que, dos leyes de índole tributario, fueron “traducidas a lenguaje informático”, a fin de que los procesadores puedan aplicar la norma sin intervención humana.
Las llamadas Smart Law son procesos de diseño legal -normativo- por el cual se busca aplicar al mundo legal herramientas de regulación flexible. Dentro de ese marco encontramos a los Regulatory Sandboxes y a las Sunset Rules.
Las Smart Laws promueven la existencia de marcos regulatorios temporales, los que están, por definición, llamados a ser modificados ante las necesidades de la sociedad. Sin embargo, sabemos que la seguridad jurídica es uno de los principales atributos de una sociedad desarrollada. El gobierno de las leyes y no de los hombres, es una aspiración humana desde la misma creación del derecho. ¿Cómo compaginar entonces seguridad jurídica con la innovación y la necesaria evolución del derecho? Allí es en donde aparecen los Regulatory Sandboxes.
¿Cómo compaginar entonces seguridad jurídica con la innovación y la necesario evolución del derecho? Allí es donde aparecen los REGULATORY SANDBOXES
De acuerdo al ESADE de España, los Regulatory Sandboxes son espacios controlados, con condiciones modificadas, que permiten llevar a cabo experimentos y pruebas piloto. Los sanboxes regulatorios, crean por un tiempo determinado, unos espacios normativos de ámbito y aplicación limitados, que permiten a empresas o startups con ideas pioneras, testar sus nuevos productos, servicios o modelos de negocio bajo la supervisión del legislador.
En concreto, los sandboxes constituyen un entorno en el que las normas vigentes y las acciones regulares de supervisión y control, se suspenden momentáneamente, con el objetivo de que una empresa pueda desarrollar y mostrar las bondades o potencialidad de un producto o servicio.
Para el efecto, en ocasiones se permite que un número acotado, o limitado, de clientes reales, prueben los servicios o productos, al mismo estilo en que se permite a los usuarios de una aplicación de software usar la versión beta.
¿Cúales son las ventajas de los Sandboxes para las empresas? Pueden ser varias, dependerá del diseño que haya establecido la legislación para el efecto. Sin embargo, las más comunes son:
- Certeza y seguridad jurídica respecto de su modelo de servicio o producto. Debido a que podrá contar con información en tiempo real y certera, respecto de las ventajas o deficiencias de lo que haya desarrollado y contará con la retroalimentación permanente del regulador respecto de los mismos.
- El contar con clientes o usuarios reales que están usando y aplicando el servicio o producto, con todo lo que ello conlleva.
- Ausencia de sanciones mientras se opera bajo las reglas del sandbox. Reglas que de ninguna manera serán las mismas que en condiciones normales se aplicarían.
- Disminuir los tiempos de prueba-error y en consecuencia de comercialización. Dado que no será objeto de sanciones o cuestionamientos, podrá, sobre la marcha, modificar, alterar o suspender el servicio.
- Disminución de los costos de operación. Esto sucede debido a que no tendrá que realizar inversiones innecesarias mientras prueba el producto y servicio, cuando éste se encuentre en estado óptimo entonces se podrá desarrollar bajo los costos y condiciones ya testeadas
Y, ¿qué gana el regulador o legislador con un sandbox?
- Conocer, bajo un ambiente controlado y con escasos o pocos efectos dañinos, el funcionamiento de nuevos servicios. El regulador conocerá el servicio antes de regularlo, lo que le permitirá ser más eficiente en el proceso
- Entender, de primera mano y con gran detalle, el funcionamiento de un producto o servicio.
- ·Probar legislación que en el futuro quisiera extender a todo el mercado.
En la actualidad no son muchos los países que han implementado Sandboxes regulatorios. Quizá esto tenga que ver con la forma de entender el mecanismo de supervisar y controlar. La mayoría de países, incluido el nuestro, entienden ese proceso bajo un sistema de prohibición ex ante, para lo cual crean sistemas burocráticos de reglas y permisos, y una supervisión y control ex post. Creen en la formación de normas como un proceso que va de arriba hacia abajo y no de manera colaborativa. Consideran que es el regulador, y no el empresario o el emprendedor, el que mejor conoce su actividad o su negocio.
Beneficios para el legislador
- Conocer el servicio de primer mano
- Entender el funcionamiento
- Probar legislación
En la región, Colombia y México han dado ya el paso de contar con un Sandbox para el desarrollo de productos y servicios financieros. Otros países, como Perú y Chile, han implementado procesos para el desarrollo normativo, conocidos como smart regulation. Ecuador aún no cuenta con ninguno de estos procesos. El resultado, al 2020, México cuenta con 441 startups tipo fintech, Colombia con 200, y Ecuador con 47.
La regulación siempre será mejor cuando se la construye colaborativamente, en un proceso de abajo hacia arriba, y porqué no, usando metodologías AGILE o SCRUM, que han dado buenos resultados en otras actividades humanas. Parafraseando a un estimado amigo, no debemos tenerle miedo al éxito. Quizá valga la pena dar el paso de permitir, que la brisa de la innovación también ingrese al farragoso mundo de la elaboración de normas jurídicas.
Para mayor información relacionada a los ecosistemas fintech, de Colombia, México y Ecuador, se presenta la última versión de los radares públicos.